Entonces el ayatolá Esparza recitó con voz solemne el 14º aleya del 9º azora: “¡Combatid contra ellos! Dios los castigará con vuestras manos y los llenará de vergüenza, mientras que a vosotros os auxiliará, curando así los pechos de la gente creyente”. La última fatwa dictada por el comendador de los creyentes del regionalismo no deja lugar a dudas: de aquí al final de la legislatura esto va a ser la guerra santa contra el gobierno de Uxue Barkos. Los altavoces de UPN, como el muecín desde el minarete, braman el aleya de la espada del texto del profeta: “matad a los impíos dondequiera que les encontréis. ¡Capturadles! ¡Sitiadles! ¡Tendedles emboscadas por todas partes!”. Es hora de la reconquista. De acabar con el Gran Satán de separatistas y anarquistas. Hora de volver al tiempo en el que las estaciones eran dulces y los ríos manaban leche y miel. Tiempo en el que sólo se oía la lengua sagrada y los justos eran recompensados en vida con comisiones y dietas. La yihad foral está convocada y vamos a ver si esto no acaba siendo Afganistán. Enrique Maya se deja barba y ya sólo come halal. Ana Elizalde y Begoña Ganuza llevan el yihab en la intimidad. Y las juventudes del partido se entrenan en quién sabe qué parte del desierto arábigo, aunque también podría ser en algún cabezo entre Arguedas y Valtierra. Les han debido de prometer que si caen en el empeño subirán al Paraíso entre huríes perpetuamente jóvenes y perpetuamente vírgenes a las que susurrar “el Reyno Arena fue una buena idea” en el fragor del coito. Eso para ellos. Para ellas, un puesto para toda la eternidad en el consejo de administración de Movistar, que tampoco está tan mal. Como siga este griterío, un día de estos algún muyahidín del navarrismo se va a autoinmolar en un concierto de Benito Lertxundi y la vamos a liar.
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