Rajoy le va a dejar a su sucesor -sea quien sea. Incluso él mismo- un panorama que no desmerece en nada al desolador legado que Barcina traspasó en Navarra. Los datos del déficit público, dados a conocer la semana pasada, van a lastrar hasta proporciones descomunales a los futuros gobiernos del Estado, con una Bruselas que exige ya recortes del gasto público español por valor de decenas de miles de millones de euros. Las explicaciones de Montoro, responsabilizando del déficit a las comunidades autónomas, resultan de un cinismo sonrojante. Si alguien todavía cree que la reforma laboral no acaba de tener efectos en la recaudación que repase sus apuntes de 2º de Económicas. Tampoco es fácil que las cuentas cuadren con una política de incentivos para los que más tienen, y aún menos si además se aprueba una reforma fiscal a la baja como ha hecho Rajoy en este último año. Habría que recordárselo al PSN y a UPN, feroces detractores de la subida de impuestos a las rentas más altas aprobada por el cuatripartito foral. Otro mito que se cae: el PP ni tan siquiera ha sido un buen gestor económico. Por cierto, que todas esas medidas que han contribuido a que se disparase el desequilibrio de la balanza pública han contado con el apoyo incondicional de los regionalistas navarros en el Congreso de los Diputados. En este contexto, que Javier Esparza interpele a Uxue Barkos por el déficit en las cuentas forales de 2015 denota una falta de vergüenza de proporciones mastodónticas, más aún si recordamos que el presidente de UPN fue consejero del ejecutivo que gobernó en esta comunidad durante siete de los doce meses del pasado año. Ese mismo gobierno, por cierto, que, nada más conocerse los resultados de las elecciones de mayo, dio a sus departamentos la orden de gastar a todo trapo para no dejar un euro a los siguientes.
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