Cuestión de aguante
es inútil preguntar qué pasa con el saqueo del fondo de las pensiones. El silencio gubernativo es la respuesta a los muchos artículos fundamentados que se han venido publicando en los últimos días, convirtiéndolos de esa manera en piezas catastrofistas, alarmistas, en apocalipsis de bolsillo y sobre todo en motivo de burla de los profesionales del estómago agradecido y culo atornillado al sillón, como escribía el poeta Luis Cernuda, amargo él, siempre, desde su exilio mexicano: Ese saco henchido de fango de maldad de injusticia/ Arrastrando consigo vuestro trasero y vientre.
El Gobierno confía en la mansedumbre nacional, en que no hay rebelión posible a la vista y en que no necesita suspender la convención de derechos humanos como ha hecho Turquía. El Gobierno confía en que el populacho, pues de esa manera es tratada la ciudadanía, lo aguanta todo, lo pasado, lo presente y lo que está por venir. Ya es casualidad que lo dicho por Susan Georges va para cuatro años -“Los españoles son ratas de laboratorio: a ver cuánto castigo toleran sin rebelarse”- se repique ahora como una gran cosa o una novedad. La respuesta es que se ve que aguantan mucho, demasiado, tanto como para no abrir apenas la boca con el abismo de la pensiones y no hacerlo cuando se hace público que la ONCE ha presentado la candidatura de la Policía Nacional al premio Princesa de Asturias de la Concordia... Imagino que como documentación de méritos aportarán las miles y miles y miles de fotografías que han recogido sus actuaciones callejeras en los últimos años y los testimonios de los apaleados sin piedad o encausados de manera abusiva por participar en protestas legales y legítimas. Las hemerotecas están llenas de testimonios de esta clase. Los años del Gobierno del PP han sido pródigos en ocasiones. Cuestión de aguante, ya digo.
El Gobierno saquea el fondo de pensiones y eso que parece gravísimo, y sin duda lo es, no provoca excesivo ruido mediático. Encogimiento de hombros. Ya proveerán. Aquí creemos mucho en la providencia, en los milagros, en la lotería, en Cáritas y en la baraja, y lo que no sirve para encender la barra de las cañas, no interesa... o poco. A ti mismo te da flojera comentar lo que se comenta solo, o eso crees. Además, no eres un padre de la Patria y no estás en el bochornoso reparto de sillones y canonjías, un ruido que oculta con ventaja veraniega el de fondo. No vives de eso, más bien lo haces del aire o poco menos. A ellos tampoco les preocupa el saqueo porque pase lo que pase no se quedarán sin su pensión vitalicia o sus puertas giratorias. Me gustaría saber si alguno salió pobre de esa timba. Tal vez Cañamero lo haga, cuya presencia en las instituciones se ve que molesta, por campesino, por jornalero, por sindicalista... por dar el cante. A Cañamero se le veía bien detenido, entre guardias, en cuanto abría la boca azuzaba las tentaciones de derribo de gentuza probada y que de ello ejerce a diario en prensa, radio y televisión, esa que él dijo que era como tener un terrateniente en casa. Pero a mí me gusta mucho su “pograma”, mucho. Invita a hacerlo propio, aunque estés lejos. Sus plantes no son numeritos circenses, sino aldabonazos de decencia, la que no tienen otros políticos profesionales arrimados a la cosa pública para hacer de ella su negocio particular... No se puede generalizar... Tiene usted toda la razón, pero me temo que son ellos mismos los que generalizan que es un gusto y nos lo ponen en bandeja. Basta asomarse a la lista de sus canonjías que tienen rincones grotescos. Solo les falta llevarse el papel higiénico para casa.
Pensiones, saqueo... entre la visión de la realidad de alguien que goza de una posición acomodada y la de quien no la tiene, hay una diferencia insalvable. A quien vive con el agua al cuello no le vayas con la mandanga de esa buena vida de la que disfruta el hedonista que finge de izquierdas y se saca fotos a bordo de un yate de recreo para que el público se asombre, porque si no es para eso, no se entiende la grosería. Aguantar, aguantamos mucho, de hecho no paramos de hacerlo, hoy una cosa y mañana otra, con fatalismo, con paciencia de amaestrados, agachando la cabeza y creyendo que todo consiste en meter una papeleta en una urna... y en pedir otra caña... y una gamba.