Altsasu/Alsasua
La libertad plena es una aspiración permanente, nunca una realidad absoluta. El cerebro emocional neutraliza al cerebro racional en determinadas situaciones. Ambas premisas son herramientas útiles para analizar el lamentable episodio de Altsasu/Alsasua, manipulado y amplificado hasta donde es capaz la bilis política. Los informes asentados en la investigación señalan impulso circunstancial y niegan premeditación. Odio quizá en la génesis de la agresión sobrevenida. Odio también -y ventajismo político- en muchos análisis. La precipitación en el juicio ayudó a hacer estragos la objetividad. La libertad teórica ha de ser utilizada en la práctica con una inteligente sensatez. Sobre todo por parte de personas con especial responsabilidad inherente a su oficio o cargo. Mesurar la consecuencia de una actitud puede ser más profesional que exprimir un derecho como ciudadano en su tiempo de ocio. La sociedad navarra represaliada en el golpe del 36 se afana en recuperar con dignidad la memoria histórica de miles de seres humanos arrojados a fosas sin más sentimiento que el odio y sin otro procedimiento que un fusilamiento sumarísimo. Además del escarnio y marginación de sus allegados. Cada exhumación destila emoción. El rencor parece haber prescrito. Existe un rencor mutuo más reciente -ideológico y vivencial- compartido por miembros de la Guardia Civil y militantes de la izquierda abertzale. Ninguno puede presumir de plena pulcritud en sus comportamientos. La convivencia ha mejorado en los últimos cinco años. También en esta villa de mayoría nacionalista donde Bildu ha sido primera fuerza municipal y es segunda. Hasta las mujeres de los agentes destinados en Alsasua designaron una portavoz: ellas y sus hijos se sienten integrados en la localidad. Pero dista mucho de que los acuartelamientos se llenen de componentes con Ocho apellidos vascos o para el realityTú a la herriko taberna y yo a la casa cuartel. De momento, ficción. Extrema.