Ética de cloaca
No hablaré aquí de Fidel, ni utilizaré su nombre en vano más de lo usado y abusado hasta hoy mismo. Porque, como diría Juan Carlos Mestre, ese percherón de la poesía silenciada al que escuchamos el pasado jueves vomitar belleza por los poros sudados de su voz: “dicen que hay cadáveres que hablan más alto que las trompetas”. Sin más, buen viaje Fidel. Y es que pareciera que Caronte ha vuelto al pleno empleo tras seleccionar a los mejores y peores pasajeros de su carcomida barcaza. Fidel, Leonard Cohen, Rita Barberá. Por cierto Rita, estés donde estés, he de decirte que aquí, tus coleguitas del PP sí que han usado y abusado de tu nombre. Y hasta de tu muerte. Dignos comisionados de ética braguetera que disfrutan viendo trabajar a los enterradores. Gente que tras cada funeral acuden como hienas al copioso banquete de la casquería. Porque el infarto de Barberá es la bala en la recámara que estos bastardos de doble moral, como Rafael Hernando, nuevo portacoz del PP, usan para envenenar aún más la putrefacta política española. Barberá se ha convertido en la Virgen de Lourdes del PP al rentabilizar su muerte como un artepacto contra la corrupción. Esa corrupción reconvertida en el oráculo de la sensatez. Si Barberá ha muerto a consecuencia de la cacería de hienas a que, según Hernando, fue sometida; entonces ningún fiscal anticorrupción, ni periodista, ni crítico, ni político decente, están libres de verse involucrados en sumarios por asesinato en diferido. A esto hemos llegado amigo Mestre. A esta ciénaga donde algunos carniceros rentabilizan la bilis de sus improperios. Porque ya lo dijiste en un verso cabalgando a la intemperie: “Los predicadores aman la tempestad y golpean con su Biblias de nácar la erección de los guardiamarinas”. Esos predicadores son los funcionarios del infierno que ahora nos gobiernan.