Como ya sabrán, movimientos secesionistas pidieron a los asistentes a la Cabalgata de Vic que llevaran unos farolillos que al encenderse iluminan la estelada -¡viva el Todoacién!-; que llenasen de banderas independentistas las calles y balcones del recorrido; y que mostraran a los Reyes Magos su deseo de que traigan la República catalana. Puesto que el evento se retransmitía por la televisión pública, el objetivo era sin duda publicitario. “Ampliar la base social”, así lo justificaron. A los niños que les zurzan.

Manosear de tal forma una noche tan hermosa es un despropósito, sólo superado por negar que el atracón patriota suponga politizarla. Claro que por aquello de que un amigo es un amigo, o porque el enemigo de nuestro enemigo ha de ser siempre nuestro amigo, a Catalunya aquí ni tocarla. Mejor dicho: a la parte de Cataluña que habla en nombre de Catalunya. De ese modo se deja en manos de los tirios una denuncia que además debería subscribir todo troyano. Y se apoya a un burro periférico sólo porque es criticado por un oso madroñero. Al hecho en sí, que le zurzan también.

Con el mismo derecho, otros podrían recibir a Olentzero vestidos de miñones para promover la autonomía alavesa. Y presentarse en la Tamborrada infantil con un toro de Osborne para exigir corridas en Donostia. Y acudir al chou de Gorgorito en un tren chuchú para aplaudir la llegada del TAV. No sería más ridículo y grotesco, ni menos cansino e invasivo, que lo del Melchor kitsch. A los críos, en fin, mejor si los dejamos en paz. Y a los mayores, pues eso: que ya no tenemos el chichi para linternas chinas. Una tregua, sisplau.