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Desmesuras

Piden dos años y seis meses de cárcel para una tuitera por hacer chistes sobre Carrero Blanco, un capitoste de la dictadura. Un país que no persigue y tolera con algo más que manga ancha la exaltación del fascismo, del franquismo o del nazismo, persigue en cambio un chiste banal, uno entre muchos otros, y acusa a su autora de desprecio a las víctimas del terrorismo -ese formidable tapabocas de uso indiscriminado- y de enaltecimiento de este, lo que suena a una arbitrariedad mayúscula.

No es la primera vez que sucede algo parecido y se persigue a cómicos y a particulares por chistes radicales. ¿El coro de los “Je suis Charlie” ya sabían lo que defendían o lo suyo era oportunismo y mera hipocresía? Me temo que lo segundo y que esos mismos, si tuvieran un Charlie Hebdo en sus calles, hablando de ellos y de sus atropellos, se apresurarían a perseguirlo y amordazarlo.

¿Qué está pasando? Pues sencillamente que aumenta el peso de la voluntad gubernamental de recortar la libertad de expresión y limitarla a los cauces establecidos, es decir, a los suyos propios, y de cercenar cualquier atisbo de crítica que, por muy acerba y radical que sea, es legítima, salvo que se convierta en delito por arte de perversión jurídica. Lo más sangrante es que a la decidida voluntad gubernamental de reprimir la libertad de expresión de opositores al régimen, le acompaña una asombrosa tolerancia con los insultos, amenazas, vejaciones vertidos por los adeptos a ese mismo régimen policiaco instaurado por Mariano Rajoy, que pueden hacer y decir lo que les venga en gana y jamás son perseguidos, sino que ven cómo sus abusos son declarados genuinas manifestaciones de la libertad de expresión. Una situación que viene siendo denunciada en vano. Y a esto se le llama seguridad jurídica.

Tras la persecución por parte de la fiscal de la tuitera chistosa, los chistes sobre Carrero Blanco no han hecho más que arreciar y han aparecido muestras de los mismos en los lugares más insospechados. A mí me han recordado la famosa y pegadiza canción de las fiestas populares de los setenta, aquella que hablaba del vuelo de Carrero y que imagino ahora sería perseguida por delictiva. Tal vez no pueda berrearla en público, pero sí en privado, y tararearla a modo de soliloquio, algo que ensancha más la brecha entre lo privado y lo público, y da peso a la falsedad de una sociedad en la que una buena parte de ella siente y piensa de una manera, y se ve obligada a actuar de otra, dando lugar a una convivencia falsa.

A mi juicio, en este y en otros casos, falta la intencionalidad de cometer un delito, algo que no puede suponerse ni atribuirse de manera arbitraria como estimo hace el fiscal que persigue a la tuitera chistosa. Si lo hace basándose en una ley que todo lo permite estamos aviados y esa ley es más propia de una dictadura que de una democracia cuyos valores cacarean quienes en ellos se ciscan a diario.

El caso de los titiriteros de Alkaeta es todavía más sangrante. Han quedado exentos de persecución judicial y sobre todo política, tras haber pasado un calvario inmerecido, injusto y abusivo. Para empezar estuvieron cinco días en prisión con toda clase de agravantes como si fueran peligrosos terroristas y así fueron tratados en titulares de prensa que se cebaron con ellos y ahora callan, característica esta del nuevo periodismo español progubernamental en manos de granujas.

La historia de los titiriteros que jamás tuvieron intención de hacer exaltación del terrorismo, ha terminado en agua de cerrajas, pero esa es la misma agua que corría el primer día, lo que no fue obstáculo para que el juez se valiera de su poder togado para castigar a los titiriteros con una pena preventiva desmesurada. ¿Arbitrariedad? ¿Abuso de autoridad? Cómo saberlo si el juez queda exento de responsabilidad alguna por actos que han causado daños ciertos, en la medida en que no se le exige esa responsabilidad. Impunidad... dentro del orden. Esta no es la necesaria seguridad jurídica que deben tener los ciudadanos... a mi juicio, claro, no pido que quien maneja las leyes como si fuera una recortada convenga conmigo.