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Corredor

alta velocidad, marcha lenta. El servicio ferroviario en Navarra nunca ha sido de altas prestaciones. Ni en pasajeros ni en mercancías. El convenio firmado en 2010 entre la Administración General del Estado, el Gobierno de Navarra y ADIF para nuestra incorporación a la red de alta velocidad ha quedado “desbordado por la realidad”, fino eufemismo literario para evitar broncas. Ha dejado construida una plataforma de quince kilómetros entre Castejón y Villafranca y una disputa por la devolución a Navarra de 44,5 millones de euros. La reunión entre el ministro de Fomento y el vicepresidente navarro de Desarrollo Económico compuso un convoy de vaguedades -compromiso ministerial de “características de alta velocidad” (sibilina ambigüedad), demanda foral de altas prestaciones y ancho de vía internacional, anuncio por parte de Fomento de estudios y análisis sectoriales sin plazos concretos-, que se enganchará a la locomotora de un nuevo convenio por elaborar. La experiencia demuestra que los convenios entre instituciones están para incumplirse. Y las comisiones redactoras, para dilatar los tiempos. De momento, el consejero Ayerdi ha quedado como exigente, el Ministro como receptivo y UPN como despechado: ya no puede imputar al cuatripartito que Navarra se quede sin TAV, una fórmula de transporte cuya disparatada extensión la ha demostrado no rentable. Como castigo, el PP se quedará sin dos votos para la aprobación de los PGE. Chincharse. Habrá, pues -en futuro muy indeterminado-, un corredor ferroviario “en estándares internacionales y de uso mixto” entre Zaragoza y la llamada Y vasca que pase por Pamplona. Acuerdo sin compromiso porque el ministro es “un hombre sensato” (Ayerdi). La sensatez es inherente, claro, a toda persona nombrada por Rajoy. “Sería una osadía prometer actuaciones megamillonarias dependientes de Presupuestos de muchas legislaturas”, reconoce el vicepresidente económico. Foto. Palabrería. Y a silbar a la vía.