Lo esencial está consumado: el vaciado de la cripta del Monumento a los Caídos. Los golpistas genocidas del 36 descansan sin honores públicos. Con identidad y paradero conocidos. No como otros. Atrás queda una operación municipal correcta. Ahora toca determinar el destino del edificio. Cada ciudad tiene que asumir su historia verdadera. El contenedor ha perdido el carácter de mausoleo católico, aunque tiene elementos constructivos y ornamentales de evidente connotación religiosa. Quizá prescindibles algunos, sin merma del conjunto. Desde el punto de vista práctico, lo razonable sería mantenerlo y conferirle otros usos. La vieja Europa no suele demoler edificios desposeídos de actividad. Hasta hay ruinas como soporte o elemento configurador de nuevas creaciones arquitectónicas. Casi siempre caben intervenciones imaginativas que eviten el gasto del derribo y el coste de la construcción desde plano. La mayor duda puede ser de carácter urbanístico. Por la situación e influencia del inmueble en la trama del segundo ensanche. Superada una fase generosa de análisis multidisciplinario, debate y consulta, la decisión final corresponderá al Ayuntamiento de Pamplona. Con criterio de ciudad mejor que de sesgo político coyuntural. A partir de ahí, un pertinente concurso internacional de ideas. Génesis y evolución funcional posterior quedarán para los archivos documentales, las hemerotecas, los libros de historia local y las explicaciones de los guías turísticos. Nada cambiará el papel de Navarra en el Alzamiento militar contra el legítimo Gobierno de la II República española. Pero una referencia ostentosa y humillante de aquel ilícito comportamiento habrá sido resarcida de su sentido original. Otros usos crecerán de sus cimientos, aunque estos guarden el nicho de la memoria. La actitud de UPN, muy llamativa: conservadora con los Caídos y destructiva con los restos arqueológicos de la Plaza del Castillo y con la vieja cárcel. Procaz.
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