tiempos de vídeos virales vivimos, hermanas y hermanos. El profesor norteamericano de Ciencias Políticas de Corea del Sur casado con una mujer autóctona madre de sus dos hijos, estrellas de las redes sociales desde hace días, no habría podido soñar ni en tres reencarnaciones con la fama que le ha dado no haber cerrado un pestillo. Ya conocéis el hilo argumental. Conexión en directo con la BBC desde habitación doméstica - niña que irrumpe exultante - bebé en andador que la sigue - mujer que derrapa en su entrada rasante para arrastrar fuera a los niños - pensamiento del académico, “he muerto para la BBC” - pensamiento nuestro “esa mujer ha muerto como niñera”. Error, doble. La BBC ha comprendido que la vida familiar confluye hasta colisionar con la profesional. Nosotros, que una asiática y un WASP pueden ser pareja. El prejuicio es instintivo y voraz como el hambre. Las cadenas de TV, a veces, humanas. (¿? Listas. ¿Cuánta audiencia colateral le va a sumar la viralización del vídeo? ¿Va a mejorar su imagen pública?). Nacerán imitadores.
Nada es espontáneo ni gratuito. Se ha perdido la frescura de los primeros años de Facebook, la red social abuela. Como la inocencia de la generación primigenia de OT. Anteayer me estaba cortando el pelo mientras una adolescente se teñía de azul Klein una melena valiente que había sobrevivido a decoloraciones abruptas. Tiene 51.000 seguidores en Instagram, sube foto diaria a las tres de la tarde, la mejor hora para recibir el me gusta del tráfico ansioso de followers, y les cuida, porque responde al comentario de cada uno. Esto aprendí en un rato. Ella esperaba impaciente que todo terminara para colgar su nuevo pelo azul.