costumbres perniciosas que nos acercan al ataúd o/y al crematorio (hay fanáticos de lo bien hecho que se aseguran, guardar y quemar). Costumbres malas, decía. Fumar como quien respira a través de una pajita de refresco. Ingerir grasas trans con ansiedad y sin conciencia. Morar en el centro de Peshawar o Delhi mientras recortas la silueta de un erizo con una cuchilla de afeitar oxidada en la nube de contaminación. Dirigir un equipo con presupuesto de subsuelo y exigencias de ático en la Castellana. Introducirse en el organismo sin prisa pero sin pausa la química tipificada en la farmacopea legal e ilegal. No comer. Todo esto resta años de vida. Lo sabíamos. Lo nuevo es que el mero hecho de vivir, y hacerlo en la Comunidad Autónoma Vasca, llámale Euskadi, llámale parte de Euskalherria, llámale territorio privilegiado donde los haya, también. ¿Por qué? Por el calor. Sí, el ascenso de 3 o 4 grados en las temperaturas medias recortará la esperanza de vida 4 años. Esto no va a pasar mañana a mediodía, ocurrirá a partir de 2070, cuando el cambio climático pase una factura aún más severa. Pero las olas de abrasamiento inusitado ya nos han visitado. Y les hemos gustado, se quedan. En Bilbao hemos avistado personas en bikini tumbadas en parques públicos el pasado marzo. Mar-zo. Bil-bao. Y esto va a más. Sobre todo si vives en Álava o en Gipuzkoa, residiendo en Bizkaia aún nos libramos de tener que ir eligiendo ya tierra o fuego. Con esa templanza y ese ánimo alentador nos radiografía el futuro cercano el primer informe de este perfil elaborado por Ihobe y el Departamento de Medio Ambiente del Gobierno Vasco. ¿Qué decir? ¿Que sea el último? Yo ya estoy comprando madera de eucalipto.