Cosas que no te esperas. Que todos los corruptos acaben entre rejas y en proporción, más delitos, pastillas de jabón más pequeñas. Que la riqueza se distribuya, más al que menos en vez de más al que más. Que las guerras se declaren insumisas al orden mundial. Que dejen de anunciar cremas antiedad niñas que tienen que buscar “arruga” en Google. Que los teleoperadores de todas las compañías telefónicas deslocalizadas se olviden de tu número de móvil y localicen otro. El de los corruptos entre rejas que sólo pueden recibir una llamada semanal, esta. Y que entre un toro en tu casa. Eso tampoco te lo esperas, ¿eh? Pero un día va y pasa. Y estás en fiestas de Cabanes y como van dedicadas a Nuestra Señora del Buen Suceso, el suceso ocurre, claro, y parece bueno, porque si tú estabas tentando a la suerte y al toro llamándole desde la entrada de tu casa, diríamos que querías que el toro acudiera. Y si no habías puesto barrotes en la puerta como sí hicieron otros vecinos, que el animal se te asomara a por sal no tendría por qué resultarte extraño. Esta bonita experiencia la vivió un señor de Castellón el martes y la compartimos todos. Eso de quitarnos la responsabilidad de encima como una mofeta vieja y atribuir lo que nos acontece a la mala suerte. Y a las redes sociales, que ya están relevando en el podio de los culpabilizados a “la sociedad”. En algún momento habrá que dejar de votar y de tolerar siquiera a los partidos que ocultan y promueven la corrupción, el reparto desigual de riqueza, los conflictos bélicos como negocio y la contratación eventual indecente. En algún momento habrá que agarrar al toro por los cuernos y sacarlo de casa. Y dejar de comprar ya esas cremas.