Uno sonríe a cámara tras unas gafas de sol redondas que Janis Joplin le habría podido prestar de haber sido coetáneos. Tiene pinta de club kid criado en la cuna del sonido Madchester y amamantado en el Haçienda, aunque donde creció fue en los Grandes Lagos norteamericanos. En la imagen recibe como un dios de la juventud flotando en una marea arco iris la ofrenda en forma de beso de un hombre barbudo. La pareja ha sobrevivido a un cuarto de siglo de discriminaciones, batallas y logros. Hoy pueden besarse en un parque a media mañana, no sólo de madrugada o en un cine, casarse si les apetece y adoptar hijos. También han resistido a las tentaciones que acechan a las parejas gays con intención de estables en chats, fiestas y clubes. Nick y Kurt siguen queriéndose y han repetido aquella primera foto festivalera 25 años después porque quieren demostrar a quienes tienen hoy su edad cuando posaron la primera vez que el amor duradero existe. Y que no va exactamente de instagramear selfies molones de pareja con tres filtros y postear comentarios ingeniosos en Facebook sobre la rutina diaria compartida. O no sólo. Hay que currárselo. Así lo ha entendido siempre la exdirectora del IVAM. Esa mujer valenciana de melena en llamas que es Consuelo Císcar ha hecho durante años todo lo que ha podido para que a su hijo no le falte de nada, creando una estructura dentro del museo que le ha favorecido promocional y económicamente. Por amor a los suyos, también, estamos viendo a Montoro y a Rajoy navegar río arriba, dando paladas en su defensa de la amnistía fiscal a contracorriente del Tribunal Constitucional. Siempre es mejor tener a los amigos millonarios en casa. Feliz Día del Orgullo gay.
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