A propósito del juicio que se celebra en Pamplona contra cinco acusados de violación, entre otros delitos, alguien citaba estos días en las redes sociales a Cicerón y su idea de que “la muchedumbre es un juez despreciable”.
Cierto que la mayoría de las personas que han expresado su parecer sobre este caso tienen escaso o nulo conocimiento del Derecho y que se han vertido críticas temerarias, en ocasiones sólo fundamentadas en titulares sensacionalistas. De acuerdo, pero me niego a creer que nuestra mayor o menor cultura de la legislación penal nos imposibilite a discrepar frente a resoluciones judiciales que no compartimos. Valgan como ejemplos el hecho de que la sala aceptara como prueba de la defensa fotos que la víctima ha colgado recientemente en las redes para intentar cuestionar las secuelas, acreditadas por peritos, que la mujer dice sufrir tras ser agredida y que los jueces rechazaran estudiar los wasaps previos a la estancia de los imputados en aquellos Sanfermines, mensajes que podrían reforzar los indicios que hay en su contra. En ambos casos, no sólo la muchedumbre, también los abogados de las acusaciones y la Fiscalía han mostrado su oposición a las decisiones del tribunal. “No basta con alcanzar la sabiduría, es necesario saber utilizarla”, decía también Cicerón.