La alta velocidad va lenta. Viene de lejos en el calendario y aún no se dibuja un horizonte claro para su implantación. El ministro de Fomento ofreció una sesión informativa a las autoridades autonómicas de País Vasco y Navarra. El consejero foral de Desarrollo Económico y el portavoz parlamentario de Geroa Bai estuvieron en el acto. Las otras tres siglas del cuatripartito, también; pero en la calle y en actitud de rechazo. Nueva exhibición de discrepancia. El Tren del Acuerdo Programático -bien traído juego de palabras con las siglas TAP (tren altas prestaciones), muletilla predilecta de Koldo Martínez (GeBai)- no consigue enganchar a los disidentes. Y no parece haber cambio de agujas que lo remedie, tan cerca de la estación término de legislatura. El ministro esgrimió una idea fuerza, desvinculado del convenio de 2010: “El Gobierno de España ejecuta las obras directamente”. Rotundidad suavizada: por el momento, precisó. Una disyuntiva -la conexión con la Y vasca- y una incógnita -el bucle ferroviario de Pamplona-. Disyuntiva entre Vitoria (menor coste y más impacto ambiental) y Ezkio (más cara y con menor impacto ambiental por soterramiento de vías en túneles bajo la sierra de Aralar). Fomento se decanta por Vitoria, pero ninguna desestima y ambas salen a información pública y estudio ambiental. Todo este proceso administrativo agotará 2018. Apenas algo nuevo. Objetivo principal de la comparecencia: la arrogante constatación de la competencia estatal sin contemplaciones con los actuales dirigentes del autogobierno navarro. La consejera vasca del ramo estuvo poco afortunada en su valoración del trazado al vincular la conexión de “las cuatro capitales vascas del sur” con la “construcción nacional”. El anhelo político es compatible con el tacto institucional. Una torpeza. Desvió la controversia de su auténtica esencia: un proyecto con indefiniciones, sin plazo ni financiación y sin acuerdo con el territorio afectado. Descarriló.