este jueves hay una gala en Baluarte llena de ciencia, el ScienceEkaitza que, espero, venga para quedarse cada año. Y que nos va a permitir escuchar a Mario Molina, científico de Nobel imprescindible que alertó antes que nadie de la amenaza que la actividad humana estaba poniendo a la salud del planeta, eliminando el ozono estratosférico. Nada se habría podido hacer sin personas que desde el rigor de la ciencia nos permiten comprender mejor la realidad. Lo mismo sucede en el tema del cambio climático, aunque aún no haya un protocolo internacional eficiente como el de Montreal, el que limitó el daño del ozono. Pasa también con la ciencia que trae vacunas contra enfermedades infecciosas que hace poco mataban a millones de personas, o nuevos tratamientos contra enfermedades que siguen siendo mortales o muy dañinas. En la agricultura y la alimentación la ciencia trae una nueva revolución verde que puede ayudar a disminuir la diferencia entre países pobres y ricos, de la mano de la investigación genética. Sin embargo, esta ciencia tiene mala prensa porque gente como la que esta semana pasea por el Parlamento de Navarra, desde la ideología reaccionaria, se dedica a hacer campañas cambiando ciencia por mentiras fabricadas. No me interesan: es un discurso involucionista por más que algunos crean que es solidario y ecologista. Pero nadie se atreve a decirlo habitualmente, porque parece que defender los transgénicos es estar a favor de unas multinacionales perversas. Prefiero gente como Molina o como los chavales que estudiando posibles misiones a Marte buscan mejorar las condiciones de vida de las personas de nuestro planeta, que presentarán sus trabajos en el Planetario el próximo sábado. O con la ciencia divertida y sorprendente del evento Naukas Pamplona el sábado también en Baluarte: tormentas que cambian el mundo.