La pasada ha resultado ser una semana curiosa en lo personal y en lo colectivo, pero ya saben que es prebenda del columnista mezclar ambos órdenes y pontificar con ello. Hemos ido conociendo un gobierno de ministras con ministros en España que sin duda propone algunas miradas y mira algunas propuestas como soplo de aire fresco después de la legión, las mordazas, la burla y rapiña de lo público que hemos soportado de forma un tanto incomprensible. El otro día leí en Twitter, que es esa plaza donde dejamos a los payasos que controlen la situación (porque en el fondo todos querríamos poder llegar a ser payasos) cómo alguien se preguntaba retóricamente si los ministros lo eran por cuota o por favores sexuales. Que es lo que se dice cuando se fuerza la paridad de género. Luego llegó la caspa con que una periodista del ABC nos regaló el fin de semana repasando a las ministras por su aspecto y estilo de vestir. Qué infinito asco saber que seguimos viviendo en el mismo país de machistas irredentos por más que el 8M fuera lo que fue. Pero hay más, sabemos de gais ministros ahora (los hubo antes, siempre los ha habido, pero sin decir nada porque además de machista este país es así de pervertido con los temas de la libertad sexual, puro facherío). Claro que nada se dice sobre las lesbianas, que también las ha habido y habrá en los gobiernos, afortunadamente. La inclusión de diferentes sensibilidades es muestra de una sociedad adulta y de un gobierno que quiere poder representar bien a un país moderno. Pero estamos aún muy lejos. Un periodista televisivo o un astronauta resultan comidilla de comentario banal. Porque lo que cuenta es que sean capaces de gobernar, de sostener su capacidad profesional como hasta ahora. Con eso, claro, no salen tantos chistes. ¿Esperamos unos 100 días como antes?
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