Permítanme explicar, queridos nacionalcatólicos tan levantiscos ahora contra la educación, que por mucho que se empeñen los poderes lo que te enseñan en el colegio no conforma a todos y todas igual al modelo. Soy un caso típico: años de educación con el catecismo memorizado, con gente muy extraña de la OJE o de Falange queriendo enderezar nuestros cuerpos y con curas que supuestamente debían preocuparse por nuestras almas pero que andaban también extrañamente preocupados por nuestros cuerpos. Castigos físicos, arbitrariedad, imposición. Con el pecado rondando, desde aquellas ideas que les sonaban demasiado izquierdistas y que eran cosa del demonio al sexo, obsesionadamente. Un día aparecía un cura de esos de olor rancio con unas filminas (ellos llamaban a las diapositivas filminas) y hablaban de sexo durante un rato con fotos de flores y abejas y parejas felices pasando por la vicaría. Eso era la educación: la niñas haciendo punto de cruz secuestradas por una siniestra de la Sección Femenina (también olían rancio) mientras nosotros nos dejábamos finas las rodillas haciendo el cafre en el patio y contábamos las pajas en la confesión semanal. No sé a quién le daba más morbo el tema. Lo consiguieron: jodernos un poco la vida, ponernos más difícil ser personas normales. Pero no somos los seres adocenados que perseguían con ahínco al amparo de la dictadura civil y religiosa.
Cierto: aún hoy lucho a diario contra todo ese bagaje sexista, racista, machista. Habría sido más sencillo tener información razonada, abierta, veraz, aprender que niñas y niños somos iguales y todo eso. Que ustedes ahora se quejen de una educación que evite esa situación que marcó nuestras vidas es lógico, les va el negocio en ello. Pero tampoco es para tanto: su escuela no nos hizo sus esclavos...