Ayer y hoy
Al hilo de unas pesquisas barojianas he ido a parar a las páginas de El Intransigente, el periódico que fundó en 1907, en Madrid, el político republicano Alejandro Lerroux para hacerse propaganda electoral a sí mismo y para tratar de los asuntos en los que basaba su campaña: fundamentalmente una oposición radical al nacionalismo catalán en todas sus formas y las consecuencias del atentado contra Alfonso XIII en la calle Mayor: el procesamiento de Ferrer i Guardia y de Nakens, el anarquista viejo conocido de Baroja, al igual que otros que aparecen en los márgenes: Fernando Tárrida del Mármol, Urales, Estébanez, Soledad Villafranca... Baroja supo más de lo que reconoció de aquel atentado sangriento.
No he encontrado lo que buscaba, pero he leído con asombro la furia anticatalanista que desplegaban aquellos republicanos de vieja escuela so pretexto de oponerse de manera firme y violenta al separatismo catalán al que calificaban directamente de nuevo carlismo, y hasta sugerían un nuevo levantamiento de boinas rojas con curas de por medio. Un movimiento que terminó en la violencia, la cárcel, la guerra, la represión?
Ha sido un viaje al presente con vuelta por el pasado porque me he dado cuenta de que algunos de aquellos incendiarios artículos en los que no se ahorraban insultos podrían haber sido escritos ahora o ser ahora mismo aplicables a situaciones concretas de nuestro presente.
Esa del nacionalismo catalán con su burguesía y su proletariado nacionalistas es una cuestión vieja que tiende a enquistarse y con la que no acaban ni la política más o menos maliciosa ni la fuerza, que no produce más que agravios renovados: pacificaciones que equivalen a sometimiento y este a la radicalización y al periódico rumor de Fronda, como ahora mismo. Nadie dio ni va a dar su brazo a torcer y si se consigue acallar la ambición soberanista de ahora mismo será más por la fuerza que por la razón o el pacto y el convenio. Eso me temo, lo que en la práctica equivale a posponer el problema hasta la próxima ocasión. ¿Simplismo? Puede ser, pero a los hechos me remito: las furias de hoy me llevan a las de ayer que son y no historia, y solo eso, sino una lección y un aviso.
Con manifestarse españoles y muy españoles, con banderitis epidémica in crescendo como emblema de un patriotismo agresivo que pide que el enemigo sea abatido o vaya a morir al palo, con campañas electorales de trama policial, como se afirma ha sido la de Vox en Andalucía, no se soluciona la borrascosa cuestión catalana, algo más que un problema y que un pulso de estadísticas.
En Cataluña la confrontación social está servida y en cada trinchera se confecciona el inventario de los agravios, las violencias, los abusos que sirven de argumentos inapelables. Poco importa que sean reales o ficticios, importa el clima de encono al que ninguno parece querer renunciar.
Quienes confían en que un barrido electoral de un frente de derechas acabará con la ambición soberanista, no parecen tener en cuenta que este dejó hace mucho de ser un mero asunto electoral de juego democrático para ser un puro combate, un pulso que se gana o se pierde, pero que se reserva de antemano la revancha en caso de fracaso. Es cuestión de tiempo que el hoy aplastado con la porra de la ley -mucha multa, mucha cárcel, mucho palo- resucite en un mañana más o menos lejano, con constitución de por medio o sin ella. Dudo que ahora mismo la reforma de la Constitución del 78 sea ni siquiera una mano de bálsamo del Tigre para este estado de confrontación civil todavía incruenta. Paz para hoy, más impuesta que convenido, y bronca para mañana. Eso al margen del deterioro social y económico del resto del país, del que no se ha dejado de hablar porque lo que importa es la patria, la bandera, el vencer dando rejón al enemigo de ese país cuya historia se desconoce de manera positiva. Y así vamos tirando, más baldados que otra cosa, pero tirando.