Hace un par de años ya la lio parda dejando colgada una conferencia en el Civican porque se le metió entre ceja y ceja colar a unas personas que no tenían invitación y ahora vuelve a decir auténticas idioteces en su regreso a Pamplona para presentar uno de sus libros. Hablo del tal Rafael Santandreu, se supone que psicólogo y superventas de libros de estos que se supone que te ayudan y te animan. Ayer le leí decir esto en una entrevista: “Lo importante es ser feliz. Yo lo sería en el albergue municipal”. Lo contraponía a la infelicidad que supone tener un piso con hipoteca. También hablaba de que el trabajo “debe ser una elección y no una obligación”. Frases todas ellas de todo a 100, pero pesetas. Y, sobre todo, faltonas, hirientes, dañinas. Este jambo no ha estado en su vida en un albergue municipal, no ha comido jamás gracias a los servicios sociales, a la amabilidad de otros, no se ha visto en la vida con una mano delante y otra detrás y un futuro gris o negro. La inmensa mayoría de nosotros, tampoco, pero para vender que en la vida se necesita poco -que se necesita poco- no es necesario decir semejante sarta de sandeces que atentan contra quienes lo pasan mal de verdad. La vida no es un juego, por desgracia, para muchas personas, sino una batalla diaria por lo más básico, que no solo incluye comida sino también calor, amistad, confianza, dignidad, unos oídos que te escuchan y unas manos que te dan un caldo caliente, como magníficamente reflejaban el otro día los compañeros Virginia Urieta y Unai Beroiz en un reportaje sobre los ángeles del París 365 que peinan la calle para dar apoyo a quienes duermen en la calle. Que vengan pijos ilustrados con despacho y minutas millonarias y libros de éxito a soltar estas bobadas me da un asco profundo. Ante gente así sí que me planteo la censura o el veto. Ni una línea de los medios para basura semejante.
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