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Apurados

Impecablemente rasurados. En apuros. Ambas definiciones populares encajan con los individuos internacionales que se han manifestado tan en contra del último anuncio de Gillette como lo habrían hecho de un modelo de calzoncillos con forro interior de lija. Les ha incomodado. Les ha raspado en la malentendida autoestima viril la proclama que ha hecho en su spot televisivo la marca de cuchillas y aperos para afeitar acerca de cuál es y cuál no es la mejor versión del hombre. ¿Cuál no lo es? El clásico actor de comedia norteamericana que sintiéndose gracioso agarra del culo a su compañera de escena. El público masculino que aplaude el gesto. Los padres que ven a sus hijos pelearse junto a la barbacoa dominical y lo justifican orgullosos “porque son chicos”. El adolescente chulo, musculitos y malote ante el que caen rendidas chicas que llevan escrito víctima en la frente pero no lo ven, como en el juego del post-it en el que tú no sabes lo que pone y tienes que adivinarlo por cómo te lo explican los demás. El directivo que en un consejo de administración netamente masculino salvo por una mujer la trata con paternalismo y condescendencia. ¿Cuál es la mejor versión del hombre para Gillette? El padre que alienta a su niña ante el espejo y edifica su autoestima con cariño y mensajes como “soy fuerte” en vez de “soy guapa”. El que separa a su hijo y al otro chico con el que se pelea. El que hace frente a los que acosan a un chaval y se acerca a él. Porque los niños que observan estas actitudes hoy serán los hombres de mañana. La épica es del anuncio. ¿Por qué ha rascado tanto a algunos que se consideran muy hombres? ¿Porque les ha hecho ver que no lo son? La Real Academia Española define “apurado” como “pobre, falto de caudal y de lo que se necesita”.