Aquí la derecha y el centro eran de fueros y la izquierda no. Lo que también valía para el nacionalismo. El aber-tzalismo tradicional y el navarrismo se encontraban en su reverencia a la excepción foral, denostada tradicionalmente por el progresismo como un atavismo a superar. Los años de UPN en el poder fueron los del atracón dialéctico de la foralidad, aunque tras esa omnipresencia verbal se disimulase una versión folklórica del fuero, cada vez más alejada de la idea de autogobierno. Han bastado 4 años con ellos fuera de la antigua Diputación, para cambiar las tornas. Esa izquierda para la que, en general, el fuero era pura antigualla, lo abraza ahora tras haber descubierto sus virtudes como motor de redistribución de renta, bienestar y justicia social. También como medio para profundizar en el autogobierno, para los más interesados en él. La derecha, en cambio, se ha joseantonizado. No sólo el PP y, por supuesto, Ciudadanos. En estos días hemos llegado a ver a ínclitos militantes de UPN decir que, al fin y al cabo, los Fueros “no son tan importantes”, e incluso algunos se han preguntado públicamente “para qué queremos autogobierno, si es para pagar más impuestos”. Les pasa igual que con la democracia. La foralidad deja de interesarles cuando ya no da cobertura a su chiringuito. “¿Qué son los fueros? ¡Los cojones de Navarra!”, decía en los años 30 un anónimo personaje de nuestro mundo rural, según una anécdota que contaba el que fue diputado foral, ministro de la República y senador nacionalista Manuel Irujo. Cojones es una palabra muy grande. A lo mejor no es para tanto, pero para algo sirven esos fueros a los que ahora la derecha ve prescindibles. Ya sea como meta, como medio o como parada en un trayecto más largo. Quizás suenan mejor si se les quita el tufillo a testosterona. Visto lo visto en esta campaña electoral, el próximo domingo nos pueden dar una patada en los ovarios. O no.
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