Empecemos por lo bueno. En Madrid se ha conjurado el peligro real de un gobierno al que marque el paso una extrema derecha franquista, xenófoba, antisocial y antiautonómica hasta el paroxismo. Hemos tenido además el placer de ver cómo se rompía la crisma políticamente hablando ese macarra de la cosa pública y mentiroso compulsivo que es Pablo Casado. El reparto de escaños ha dejado, sin embargo, indemne a su clon y adversario barcelonés. Por mucho que las bases socialistas abominen de Albert Rivera, la aritmética parlamentaria lo sitúa como el más que probable socio del PSOE de Pedro Sánchez. Ambos han dicho que no lo harán, pero su palabra vale poco y menos con un Ibex que ya estará trabajando para ello. De darse el caso, los dos diputados de Navarra Suma ?-ambos de UPN-? votarán a favor de Sánchez en Madrid. A cambio, los socialistas navarros otorgarán su voto a Javier Esparza tras las próximas elecciones al Parlamento foral. Debe de estar ya hablado y pactado. Pero antes tendrán que darles los números. Con los resultados del domingo en la mano puede parecer que la suerte está ya echada. Lo estaría si no fuera por el cada vez mayor número de electores que hace fluctuar su voto dependiendo del carácter estatal, autonómico o local de los comicios, y de la urgencia, alarma o bombardeo televisivo del momento. El caso más próximo nos lo brindó este mismo domingo la Comunidad Valenciana, donde además de elecciones generales renovaban también su Parlament. Compromís, la fuerza valencianista de izquierdas recibió el 6,5% de los votos al Congreso de los Diputados (172.751, en total) y el 16,81% de las papeletas autonómicas (439.459). O sea, casi dos de cada tres personas que en una urna votaron por Compromís, lo hicieron por otras opciones (PSOE y Podemos, mayoritariamente) un segundo más tarde en la urna de al lado. No hay ninguna razón para que en Navarra no ocurra lo mismo el próximo 26 de mayo. Eso sí, habrá que trabajarlo.
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