El tiempo que nos rodea es tiempo de espera. Cierto que las luces de Navidad están ya colocadas en Pamplona, aguardando ser iluminadas en la noche de San Saturnino, y que los vecinos y colectivos de la Txantrea airean su rotundo rechazo al otorgamiento de una licencia a un local de apuestas. En este caso, ven que el Gobierno foral ha esperado demasiado y su moratoria para paralizar nuevas autorizaciones no afectará a la sala de juegos que quiere instalarse en su barrio.

Pero no, yo hablo de otras tensas esperas, las que siempre vivimos en días de elecciones aquellos que nos interesa, mucho o poco, la cosa pública. Claro que ahora ese nerviosismo viene empapado en temor ante un posible desastre, en rabia contra la gentuza que asoma sin vergüenza, en hastío por tanta incompetencia y mala fe, en cabreo infinito... En mil cosas, ninguna buena, y sin embargo, frente a tanto hartazgo y mientras llega el último acto de esta tragicomedia, no queda hoy otra que ponerse el abrigo, coger el paraguas e ir al colegio electoral. Vayan y voten, sean responsables. No dejen de hacerlo y por nada del mundo consientan que malintencionados y manipuladores, pájaros de mal agüero o su propio desencanto les convenzan de lo contrario. Esto es muy serio.