Osasuna ha subido 6 veces a Primera División, las dos primeras en los años 50 y la tercera en 1961. En la 4ª, en 1980, hace 39 años, se ascendió en la última jornada ganando en Murcia para acabar 3º. Una derrota allá y una victoria del Castellón hubiesen impedido el ascenso. La quinta fue en el 2000. Se subió también la última jornada y al descanso íbamos perdiendo y nos quedábamos fuera, pero dos goles de Orbaiz y Trzeciak nos dieron los 3 puntos y la plaza. Un gol del Recre nos hubiera dejado con cara de bobos. En 2016, la última, un tanto del Girona a la Ponferradina en el minuto 86 deshizo un cuádruple empate y gracias a eso -y a los puntos logrados, claro- quedamos sextos -empatados con el 7º y el 8º- y nos metimos en playoff, donde se jugó a las mil maravillas y se subió con justicia. Por tanto, todos los ascensos de los que tengo recuerdo -y el 90% de los que bajan al Sadar-, aquellos que han ocurrido hace menos de 50 años, han sido el último día: ¿por qué tendría que estar tranquilo aunque llevemos seis puntos al 3º, falten 30 por jugarse y de esos 30 tengamos ya seguros 3 por la expulsión del Reus? No veo ningún motivo. Si miramos el juego, las estadísticas, el calendario, las matemáticas y todo, sí, es para estar no digo confiado pero sí muy optimista, pero ¿quién coño, siendo de verdad de Osasuna, puede hacer caso a eso y obviar la parte del canguelo? El canguelo que da verse ahí tan arriba a falta de tanto -30 puntos en juego son muchos- no significa no creer en el equipo ni en el entrenador ni en nada, es puro miedo a perder lo cerquísima que se tiene volver a la categoría máxima, tratar de hacer olvidar la nefasta 2016-2017, pagar el estadio nuevo casi de un plumazo y, vamos, lo que vaya surgiendo pero en Primera. Reconozco que me dan envidia esos que leo que dan esto por casi hecho. Pero dudo de si son de Osasuna o del Bayern de Munich.