Leí el jueves unas declaraciones del corredor ecuatoriano del Movistar Richard Carapaz en las que aseguraba que está “con mentalidad de buscar el podio” en el Giro de Italia, que comenzó ayer. La noticia -aparecida en una edición digital de un diario deportivo- estaba repleta de críticas a Carapaz por pretender eso y a la dirección de Movistar por permitir que un corredor aspire a eso y lo plasme, cuando en el equipo hay un líder como Mikel Landa. Bueno, Carapaz quedó 4º el año pasado en el Giro, así que no veo qué irracionalidad supone que aspire al podio. De igual manera, es la carretera la que decide quién dentro de un equipo marcha mejor y será la carretera la que dirá si marcha mejor Landa o Carapaz. Ya lo hizo el año pasado en el Tour en el Sky entre Thomas y Froome y el Jumbo entre Roglic y Kruijswijk y decenas de veces anteriormente. Salir con un líder único cuando tienes a dos o tres similares no aporta nada. Pierdes opciones si tienes uno claro y no ciñes todo a eso, pero eso no ha sucedido en Movistar estos dos años, de igual modo que por jugarte todo a una carta no añades potencia a las piernas del líder elegido. Mikel Landa lleva desde el Tour de 2017 sin poder demostrar su hipotético nivel de aspirante a ganar una grande y tras un final de 2018 con lesiones y un arranque de 2019 también con una rotura de clavícula llega al Giro en buena forma pero siendo una incógnita, como por una causa o por otra lo ha sido en bastantes ocasiones en grandes vueltas. Talento y potencial ha demostrado anteriormente tener de sobra, pero es en la carretera donde hay que plasmar todo eso, algo que por desgracia no pudo hacer en 2018. Así que crucemos los dedos para que al menos la fortuna le salve de infortunios, a ver si podemos ver cuál es su nivel real en un Giro plagado de galgos, seguro que con la ayuda de Carapaz si la situación de la carrera lo requiere.