En medio de la campaña electoral y las miles de promesas y el fantástico ascenso de Osasuna, el sábado un chaval de 21 años batió el récord de España de lanzamiento de jabalina. Ser de entre veintipico millones de hombres que hay en todo un país el que más lejos lanza la jabalina, una especialidad que ya era olímpica en los Juegos de Londres de 1908, hace más de 110 años, no es una tontería: en cualquier país nórdico sería una leyenda, tendría unos ingresos acordes con su nivel y numerosas facilidades para seguir entrenando y progresando. En la mayor parte de Europa, también, al menos lo de las facilidades y buena parte de lo de los ingresos. Aquí, es un amateur que por ahora tiene que conformarse con las migajas de cuatro ayudas y en base a resultados: si un año te lesionas, como le ha pasado al pobre de su hermano Nico, cuidado con las ayudas. Manuel Quijera se llama, es del Grupoempleo Pamplona Atlético y es el hermano pequeño de Nico Quijera, también jabalinista y, tras los 81,31 metros lanzados por Manuel, el tercero en el ranking español con 80,21. Con su récord, Manu Quijera se convierte en el segundo atleta navarro que ostenta un récord de España -el otro es Sergio Fernández, plusmarquista de 400 metros vallas-, un hito en los últimos 40 años del atletismo navarro. No tenga ni idea -como nadie- de qué pasará el domingo, ni quién gobernará esta comunidad los próximos 4 años, pero hace falta urgentemente un programa más amplio, mejor dotado económicamente y que ofrezca cierta tranquilidad a los deportistas de deportes no masivos que alcanzan la elite nacional y por supuesto la internacional. La Fundación Miguel Indurain se queda corta, llega donde llega, al menos tal y como está diseñada hasta ahora. Esta gente no llena estadios cada domingo, pero eso no tiene que ser un baremo para las administraciones públicas. Hace falta más ayuda. De todo tipo y ya.