Supongo que algunos le estarán dando vueltas a la imagen del perrico al lado de su dueña durante tres días, quieto y fiel, mientras ella ha fallecido cerca de un vagón abandonado de la estación de tren de Pamplona, lugar al que llegó perdida y desorientada a causa de su alzhéimer. Gumersinda tenía 74 años y la encontraron muerta el jueves por la noche, muy cerca de donde la vieron por última vez con vida, el lunes por la tarde. El más sincero pésame a sus familiares y amigos y que alguien le dé un abrazo muy grande a ese perro de mi parte y de parte de tanta gente. Pero, dicho esto, ¿qué se puede hacer para que las personas con esta clase de problemas si se extravían por el motivo que sea se contase con algún sistema para que se las pudiese encontrar o al menos rastrear más fácil? No sé, es que perderte en mitad de una ciudad de 200.000 habitantes y que te encuentren muerta 3 días más tarde al aire libre en mitad de esa misma ciudad llena de personas la verdad que parte el corazón, le añade un plus de pena. Con esta clase de enfermedades, cuya afección varía mucho de unas a otras y también por tanto su necesidad o no de estar permanentemente acompañadas, el esfuerzo que tienen que realizar las familias es descomunal, una exigencia horaria, física, emocional y personal que tiene altísimos costes de todo tipo. Y, entonces, como sociedad tendríamos que tener más recursos, herramientas e ingenio, porque aunque solo fuera un caso lo merecería pero todos sabemos que las demencias, el alzhéimer y el envejecimiento de la población crecen a pasos agigantados, con lo cual este drama es solo uno muy visible y cruel de entre millones de sustos y malos tragos que pasan enfermos y familiares cuando los afectados se pierden y no dan con el camino de regreso. No sé, pero seguro que algo se podrá hacer mejor en el futuro, porque casos así la verdad es que te vuelan la cabeza.