La actualidad el miércoles era que TVE entrevistaba a Otegi, líder de Bildu y antiguo etarra encarcelado en los 80 por, entre otras razones, un secuestro. A mí Otegi siempre me ha parecido un personaje abyecto -hablo de Otegi, no del partido que lidera, que incluye partidos distintos al partido del que proviene Otegi, en el que también militan personas con mayor capacidad de autocrítica pública que Otegi-. Y lo escribí antes y ahora. Que eso sea así tampoco blanquea a quienes le atacan, ni me convierte a mí en mejor o peor: me parece así y ya está. Y me lo parece por la simple razón de que jamás encuentra las palabras que encontramos el 98% de la población para llamarle al pan pan y al vino vino. No entro en su papel en el fin de ETA. Él sabrá su papel, imagino que si lo llevó a cabo sería porque no veía otra opción. Pero fue sorprendente la algarada general de la derecha y de miles de personas que se echaron las manos a la cabeza porque se le fuese a entrevistar, cuando no deja de ser el líder de una formación con representación en el Congreso de los Diputados, el líder de un partido legal y el líder de la formación a la que nos hartamos de oír decir “sin violencia se puede hablar de todo”. La izquierda abertzale histórica posiblemente -o seguramente- no ha hecho el recorrido moral y autocrítico que a quienes no formamos parte de ella nos gustaría, comenzando por unas víctimas que es normal que se sientan dañadas con decenas de gestos y actos, pero no es menos cierto que han recorrido parte del camino, aunque sea poco aún. Otros, algunos, en cambio, van para atrás. Se observa además el curioso fenómeno de quien es mucho más firme y valiente ante ETA ahora que cuando ETA actuaba. Llenito está el país de estos. Es normal, supongo. Son peajes, todos, que entran en la lógica. Espero, en todo caso, que el futuro traiga cosas mejores y nuevas. Caras nuevas también.