Cuando tiraron el edificio de los Cines Carlos III y todo el resto del inmueble y pasabas los primeros días por allí era como no reconocer esa vista de la ciudad, nueva de hecho para todos. Mirabas, desde la calle que fuera desde la que se veía el hueco, y era como no ubicar el lugar, ni la perspectiva, ni siquiera el sitio desde el que mirabas. Es una pena que cayeran unos cines, pero la sensación era chula. O al menos a mí me lo parece: ya que no cambias de ciudad que al menos cambie la ciudad. La ciudad cambia en las afueras, pero muy poco o nada en el centro, que es cada vez mayor. Entonces, cuando de repente se abre un hueco en mitad de ese abigarrado conjunto de casas y edificios que tampoco es que sean nada en especial salvo unos pocos contados con los dedos de ambas manos es, como se dice ahora, refrescante, aunque sepas que en nada van a levantar otro edificio que eliminara el espacio generado y que en un abrir y cerrar de ojos se convertirá en el paisaje que conoces y al que te acostumbres como si llevara allí 100 años. Como era de esperar, Navarra Suma anuncia que eliminará la posibilidad de que si se hace algo en el Monumentos a los Caídos ese algo sea derribarlo. Llevo ya 46 años deambulando por esta pequeña ciudad provinciana -“con esa mediocridad y tristeza de todas las ciudades medianas”, le leí en verano a alguien- y de vez en cuando fantaseé con la posibilidad de finalmente alguien valiente y digno con la memoria de los navarros y de los pamploneses tirara ese artefacto infame y quedara un hueco sobre el que alzarse y ver el horizonte, la Higa, Alaiz, etc, etc, al margen de que luego pudiera construirse algún pequeño recordatorio y algún edificio de servicio público y no esa mierda infecta que llevamos observando y aguantando desde los años 50, que ya son años. Habrá que esperar, parece, a que esta ciudad deje de ser tan facha.