me asomo al balcón y cuento las plazas de aparcamiento de coches. Son más de 100. No hay una sola barra para dejar bicicletas, el ayuntamiento de Pamplona cuando urbanizó esto no pensó en bicis, qué sorpresa. Hace unos días, la empresa que lleva el garaje de mi portal contactó conmigo para comunicarme que si esa bicicleta que estaba candada en la valla de la rampa era mía que la quitase, que no molestaba a nadie, eso era cierto, pero que no se podían dejar bicis ahí. Huelga decir que no hay una sola barra o sistema para dejar bicis. Los promotores y constructores, al igual que los ayuntamientos, no piensan en términos de estos. Tengo la bicicleta en el balcón hasta que busque una alternativa, puesto que los trasteros son tan pequeños que con dos bicis y 4 cajas ya no cabe un alfiler. Ayer salí con la bici, porque entre otras cosas no tengo coche y porque entre otras cosas el trayecto de la villavesa desde donde recojo al enano tras el colegio no pasa ni a un kilómetro de mi casa, así que si hace bueno intento ir en bici para que la vuelta no nos cueste 20 minutos andando. Pues salí y recordé que si iba por la acera -a dos por hora, porque voy lento, no soy un adolescente con prisa, soy una abuela- igual me metían un puro y decidí meterme por la calzada, para probar, a mis 10 por hora máximo que estoy dispuesto a ir, porque no pienso dejarme el bofe o ser Egan Bernal, no me gusta llegar muerto al destino. Me pitaron dos o tres y dos o tres más me pasaron bastante cerca. La vuelta, ya con el tesoro en la silleta, la hice por aceras, carril bici africano y lo que hiciera falta, no me voy a jugar su vida en mitad del tráfico. ¿Ordenanzas? Muy bien. Sé que habrá -sobre todo chavales- algún ciclista peligroso en aceras. Al resto nos habéis dejado en mitad del peligro y la contaminación, sin apenas infraestructuras y con el horizonte o de una multa o de un susto. Bravo.