Hace unas semanas se quejaba amargamente un fan de un grupo musical de la a su juicio traición que el grupo, que dejaba los escenarios y llevaba embarcado en una gira de despedida multitudinaria varios meses, había cometido. Hay gente así, yo les llamo amargados de herriko, de batzoki, de casa del pueblo, de bajera o de pub pijo. Da igual: amargados. Se distinguen de los demás porque exigen a los artistas que se supone que les gustan una especie de pureza ética que ellos mismos han ido diseñando y en la que va encajando lo que va encajando, sin contar, por supuesto, con la propia vida de los artistas, que a lo que se ve traicionan los principios que el fan se ha ido montando sobre ellos si gustan a mucha gente, si venden decenas de miles de entradas y si todo ello lo hacen sin poner sus canciones a sonar de una manera claramente distinta en busca solo de éxito -nada en contra de quien lo hace- y sin, a priori, aliarse con ningún eje del mal: solo tener éxito, gustar mucho a muchos haciendo la música que saben hacer y vender miles y miles de entradas. Pues hay gente a la que eso no le gusta, no es la clase de pureza que ha elegido para los demás, mientras se larga unas garimbas en la barra: esos son unos vendidos. Suele ser bueno juzgar a la gente intentando ser honesto con uno mismo y pensando qué haría uno en determinadas situaciones, pero eso no debe de funcionar mucho. Ahora se separa Extremoduro -grupo que me ha dado una pereza horrible toda la vida, dicho sea de paso- y ya hay voces criticando la gira de despedida, que si es solo para hacer caja, que a ver si se despiden y luego vuelven. Es indescriptible. Si no te gusta su música, no vayas. Si te parecen caras las entradas, no las compres. ¿A ti te gusta su música o los quieres de faros espirituales, de amigos, de padres? Preocúpate de tus principios, que bastante tenemos cada uno con los nuestros.