Hace bastantes años ya que escribí que los actos de homenaje o de recuerdo a víctimas de ETA o del GAL, de cuerpos parapoliciales o de la propia Policía en los cuales participaban políticos perdían al menos para mi todo su intrínseco valor, especialmente cuando esos actos y esas manifestaciones se repiten con una periodicidad casi semanal. Ver a 10 o 12 políticos o a más siempre en las dos o tres primeras filas de los actos, peleando la posición por salir en la foto, en la imagen, me provoca una repulsa muy notable. Y últimamente hay muchos, una cantidad muy elevada de pugna por las primeras filas y a ver quién levanta más alto el cartel. Jamás acudiría a ni un solo acto así, que se convierte en un acto claramente partidista, como jamás fui a ninguno en el que supiera -y lo sabía- que iban a acudir determinados personajes de la autodenominada izquierda abertzale. Cada uno va a donde le da la gana y por supuesto los políticos son libres de acudir donde les plazca, pero cuando eso se convierte en un simple escenario en el cual protagonizar un mitin político la verdadera -o la supuestamente verdadera- esencia del recuerdo a los asesinados o represaliados pierde buena parte -sino toda- de su pureza y, para mi gusto, incluso mancha o contamina esa pureza intrínseca, ya que se utiliza -y se deja utilizar- como parte de una estrategia que no tiene nada que ver con lo que supuestamente se rememora. Si la cosa se monta para dar cera al gobierno de turno, entonces me callo, me parece muy bien, pero entonces no es un acto de recuerdo o de homenaje, es un acto para dar cera a un gobierno, perfecto, a favor de todo eso y de la libertad de cada cual para quejarse de lo que quiera o mostrar su repulsa. Eso sí, que luego nadie se eche las manos a la cabeza cuando te acusen de utilizar a las víctimas en tu propio beneficio, porque es tan evidente que no necesita ni explicación.