n cualquier caso, siendo todo esto terrible, que lo es, yo estoy mucho más tranquilo ya que gracias a Dios aquí, según la legislación vigente, tenemos un Rey. Un Rey, una Reina, unas princesas y todo un sistema por el cual los súbditos, a una mala, si nada funciona, podemos confiar en que en última instancia se montará en su caballo y sacará su espada y nos librará a todos de la opresión y de la miseria y de la enfermedad, como Arturo y los reyes de antes. Tener un Jefe del Estado así es siempre una ventaja, que lo que no sé es cómo soportan no tenerlo en sitios como Francia, Alemania, Estados Unidos, etc., y cómo hacen. Sin ir más lejos, gracias a sus habituales comparecencias televisadas a la nación desde hace dos meses y a su implacable mano dura con los desalmados que son capaces de echar por tierra el esfuerzo de cientos de miles de sanitarios y de millones de personas sensatas, se ha comprobado cómo han desaparecido de las calles esos manifestantes envueltos en banderas y burberrys y jerseys sobre los hombros que ponían en peligro no ya la convivencia nacional, que es una quimera, sino la propia salud pública. Es en momentos así, en el que el clima mediático y en parte político y en parte social comienza a ser peligroso, cuando la figura de una voz respetada, autorizada y con ascendente sobre todos es básica y ahí la rápida intervención de su majestad ha sido tan brillante como fulgurante, tan fulgurante que no la hemos visto ni Dios, de rápida que ha sido. Ves a esas criaturas nazis en Málaga, en Madrid, en tantos sitios, sin respetar distancias, sin respetar nada, saltándose las normas por sus cojones morenos y no puedes sino dar gracias por disponer de estas personas capaces de salir cada día de su palacio para aplacar los ánimos. Se comenta que Dios es invisible pero que está en todas partes. El Rey este es lo mismo. O por lo menos lo de invisible fijo.