i algo nos enseñó el coronavirus en primavera es que los positivos de hoy son las hospitalizaciones de dentro de 4-7 días y los fallecimientos de dentro de 15-20 días. Las cifras tan altas de positivos de esta semana y de la pasada están dejando un 5% de esas personas en hospitales y hospitalización a domicilio -muy lejos del casi 40% del inicio de la pandemia- y ese acumulado ha hecho que hayamos pasado de 40 personas ingresadas el 1 de agosto a 84 el 1 de septiembre y a 150 ayer miércoles. La cuenta es clara: la velocidad de ascenso en septiembre está siendo bastante superior a la de agosto. Y va a seguir subiendo. En julio murió 1 persona por coronavirus, en agosto fueron 6, en medio septiembre llevamos 15. Las curvas, los decalajes de hospitalizados y fallecimientos, son bastante claros. Una enorme cantidad de positivos que se detectan no pasará a mayores -hospitalización-, pero un 5% entre tanto positivo es mucha gente, sobre todo porque esa cifra sube cada vez que subimos un escalón de edad: es del 10% a partir de 55 años, del 12% a partir de 65%, del 22% a partir de 75 y del 27% a partir de 85. Sin ánimo de ofender, quizá el gran problema de este virus es que afecta de manera seria a muy pocos jóvenes, ya que apenas pisan el hospital un 0,8% de los menores de 34 años y solo un 3,8% de los de entre 35 y 44. Es una bendita suerte, claro, ojalá fuese incluso menos y en todos los tramos, pero otorga a los más jóvenes y no tanto -44 añitos ya es una edad- un cierto aura de imbatibilidad que unido al verano y las costumbres sociales y familiares han convertido a esos grupos en los principales portadores. No se trata de culpar, todos podemos caer, pero es la simple realidad, como lo es que la inmensa mayoría de casos se da en entorno familiar y de amigos. A ver si somos capaces de parar esta tendencia de positivos y que esas curvas vayan hacia abajo.