Dicen que existe una delgada línea que separa la genialidad de la locura. Enrique Maya no camina por esa línea. El Alcalde de Pamplona, que en su ya lejana primera legislatura 2011 a 2015 brillara precisamente por su total falta de brillo, en esta segunda tras pasar 4 años en el banquillo se está haciendo shelebre por las estupideces, que ya no sabe uno si son solo simplezas del que no tiene gracia y pretende tenerla o sin más que no filtra y de puro tranquilo que está lo mismo es capaz de decir que hay que poner una pista de nieve artificial en Autobuses, separar a los pamploneses entre normales e imagino o no normales o anormales y hace unas semanas explicarnos que con la futura reforma el Paseo Sarasate iba a ser un "Boulevard donostiarra dos", con el Parlamento haciendo de La Concha y Diputación y Estatua de los Fueros haciendo de Puente del Kursaal. Hay que tener un rato muy idiota para que se te salga esta tontería por la boca. Todos tenemos momentos así, pero es llamativo que el principal mando de una ciudad, a la hora de citar una obra que a los pamploneses nos interesa y afecta y preocupa lo anterior que hizo Barcina allá fue una chapuza bíblica, tenga en mente a precisamente una de las ciudades más hermosas del planeta y a uno de los enclaves menos comparables que existen. Decir "cada uno verá que le gusta más" cuando una de las calles a comparar conecta dos playas espectaculares como son la Concha y la Zurriola es, en todo caso, una gilipollez preocupante. Si realmente cree que son comparables y cuestión de gustos, por eso. Y si no lo cree, porque precisamente lo que deja en peor lugar es a lo que el 99,99% de los humanos sabemos que es menos hermoso: nuestra calle. Porque se puede ser más de Pamplona que las tapas de Casa Sancena y saber de sobra que esa comparación es una tontada. El problema no es la tontada, sino que gente así dirige la ciudad.