n muchos pueblos la gente hace el lote de leña, tira, corta, pica, apila, además corta la hierba, le da la vuelta, hace pacas o bolas, las sube al tractor, del tractor a la cuadra o al desván o a la granja y aquí en Pamplona tenemos pruebas de gladiadores. Vi hace poco las fotos de ellos y ellas siendo gladiadores y gladiadoras en una prueba chulísima que hacen y se les veía a todos y todas disfrutando y contentos de ir superando pruebas con sus músculos y sus sonrisas llenas de dientes arrastrándose por el barro y superando escollos y trampas y todo así muy una mezcla de Gladiator, Braveheart y Humor Amarillo y Stallone con el chándal con capucha gris subiendo las escaleras del Museo de Arte de Filadelfia. A me gusta que haya muchos gladiadores y gladiadoras en las ciudades. Mejor eso que drogarse. Pero echo de menos que la prueba no termine como verdaderamente tendría que terminar para poder llevar el sobrenombre de carrera para gladiadores con todas las de la ley: cruzando la pasarela del Labrit. Sin apuntalar ni hostias, a pelo, el Ekaitz ahí con sus 95 kilos de musculazo y su mallas del Fit and Run de turno y su reloj que te cuenta las calorías por segundo que consumes cruzando por la pasarela donde al final del todo está la meta y te esperan Maya y el concejal Alonso con la cinta de ganador y un bono de un uso de Tanatorio Irache y sus sonrisas perladas. Porque los gladiadores se enfrentaban a la muerte, coño, no se andaban entonces con chiquitas en Roma. Lo de ahora -sin cruzar la pasarela del Labrit- por tanto se debería denominar de otro modo, a no ser que igual pongas también la meta en la plaza del Baluarte y obligues a cruzar el adoquín con tacones, que también es peligro de muerte. No sé, le falta algo a la prueba, a la gente se le veía muy disfrutando. Y tampoco es eso. Un poco de rigor histórico. ¿Los comebarro?