ace un par de semanas me crucé con una cuadrilla de chicos y chicas con Síndrome de Down. Imagino que salían de los locales de la Asociación, porque estaban por esa zona, la de Arrosadía y Lezkairu. Uno de ellos -tendrían entre 18 y 30 y pico años- iba por delante y oyó el aviso de un mozo que imagino sería el voluntario que iba con ellos: Ander, no te adelantes, que Teresa va más lenta. Teresa iba la última del grupo y el voluntario le estaba ayudando a atarse bien el abrigo, porque ya estaba casi anocheciendo en esa tarde de sábado en la que esa banda de amigos y amigas con Down daban una vuelta por Pamplona mientras un solo voluntario de poco más que la mayoría de edad se hacía cargo de ellos y le abotonaba el abrigo a Teresa con un cariño que se te deshacían las piernas al verlo. Se suele decir que la inmensa mayoría de la gente es buena y creo que es cierto. Pero la bondad real se demuestra, como todo, cuando se lleva a la práctica. Ese chaval es oro puro, como lo son quienes siguen dando tiempo, esfuerzo, partes de su corazón y parte de su proyecto vital a los demás de manera desinteresada. Esa es la gente que hace que camine el mundo y que no se venga abajo de manera irremediable. Leo que el París 365 atendió en 2020 a un 34% más de personas que en 2019 y pienso en los colaboradores y colaboradoras de esa entidad y en las miles de personas que en unos campos y otros -hay mucho en lo social, pero también en lo cultural, deportivo, etc.- se ofrecen para hacer muchas de las cosas sin las cuales el panorama sería mucho más injusto, vacío, sombrío y triste. Esos chavales y chavalas pasan tardes chulas de sábado y sus familias descansan un poco gracias a unos pocos. Los usuarios del París 365 comen gracias a otros pocos. Son muchos, pocos en porcentaje, pero valen por todos los demás. No hay medallas de oro de Navarra suficientes para tantos que las merecen.