yer por la mañana me endilgaron la tercera dosis de la vacuna, así que escribo estas líneas antes por si acaso. Los columnistas no escribimos muchas columnas antes por si acaso, más que nada porque somos de naturaleza perezosa y además nos gusta el saborcillo ese de la última hora y el día anterior. Yo de hecho en verano no pongo un dedo encima del ordenador y mi familia siempre me echa la bronca: ¡podrías avanzarte 8 o 10 de temas generales por si alguna vez te pasa algo y no puedes escribirla, huevazos! Creo que en 16 veranos que llevo he escrito 1. El verano no es para eso. Pero esta sí la escribo por si acaso, aunque no sé qué es lo que puede suceder: ¿fiebre, malestar, temblores, resaca? Bueno, ni idea. Ya ha escrito otras veces en condiciones pésimas, como todo el mundo en su trabajo, tanto que llevo más de 3.000 y salvo una vez que tuve una pérdida familiar inesperada nunca he dejado de publicar, así que de un modo u otro te vas apañando para estar aquí cinco días a la semana 44 semanas seguidas al año, en mi caso desde 2005. Virgen santa. 2005. Mejor no pensarlo. Prefiero pensar en ese por si acaso. La vacuna también me la pongo por si acaso, porque parece obvio que te evita muchos problemas si te agarra el bicho, que es un cabrón con patas por mucho que ahora digan que es como un catarro. Hombre, 35 o más en la UCI por un catarro no suelen entrar. Hay que vacunarse. O eso creo yo. Por uno mismo, ojo. Nada de por los demás. Eso es filfa que soltamos para quedar bien. A ver si va a resultar que estamos haciendo fila para que nos den una patada en los huevos por el bien de los demás. No. Es para protegernos. Luego, además, trae lo otro. Pero es por nosotros mismos. Por si acaso. Porque ya vemos que mucho mucho no protegemos a los demás. ¿No? Hay que ser honesto con uno mismo, hombre. O al menos intentarlo. Por si acaso y porque sí.