e vez en cuando hay que volver a los clásicos y quién más clásico que Dylan y su ya mencionada aquí La sociedad anda constantemente intentando machacarte la cabeza y no tiene mucho sentido ir por ahí con la cabeza machacada, ¿no? Dos años de pandemia, enfermedad y muerte, dolor, restricciones, miseria, pérdidas millonarias, desempleo, paro, falta de materiales, inflación, nubarrones y ahora una superpotencia mundial bombardeando a un país vecino en mitad de Europa, algo nada lejano para árabes o africanos pero ajeno a Occidente a esta escala desde hace mucho. Una sensación de que si enciendes la televisión o Internet o lees la prensa no vas a encontrar más que desasosiego, inquietud y en muchos casos miedo. Para escribir columnas y más para hacerlo 5 días a la semana durante 42 o 43 semanas al año es absolutamente necesario y obligado mirar eso que se llama la actualidad y a veces en la actualidad hay ratos o escenas divertidas y alegres y que invitan al optimismo pero en general suele ser -y así lo suelo decir cuando me lo preguntan- como levantar las tapas de los contenedores y husmear qué hay por ahí y qué hedor echa: el 90% de lo que oímos y leemos suele llevar consigo altos porcentajes de negatividad, lo cual no tengo ninguna duda de que genera daños a corto, medio y largo plazo. Dylan le llama andar con la cabeza machacada. Yo no sé si llego a tanto pero sí que creo que exponerse, ya sea por obligación o por puro interés, al día a día de este mundo es un ejercicio de riesgo mental. No tengo ni la más remota idea de qué pasa en Ucrania ni de las razones de unos y otros, pero la mañana de ayer fue una de las más tristes de los últimos tiempos, puesto que, aunque ya sabemos que guerras y trifulcas hay y había, el salto cualitativo parece notable. Y, lo que es peor, nadie sabe qué horizonte nos puede esperar. Dan ganas de salir corriendo. Pero ¿hacia dónde?