iene guasa que sea precisamente el único ucraniano que conozco el que vaya a montarse hoy en un camión bien grande camino de la frontera polaco-ucraniano con 3.000 kilómetros por delante y un montón de ayuda humanitaria en su interior -van dos camiones y 4 furgonetas- que los días pasados han ido dejando en su frutería de Ripagaina y en el contiguo café de su mujer familias ucranianas y navarras. Tengo una mezcla de orgullo y de miedo por Bohdan, porque es un ucraniano bueno y duro y eso es lo peor que se puede ser en casos así, porque lo mismo va y le pica el asunto y se queda para ayudar allá y egoístamente sus amigos de aquí lo que queremos es que vuelvas, Bohdan, para que nos sigas tocando los cojones cuando entramos a la tienda y nos cuentes chistes malos y nos digas burradas y nos vaciles y nos regales 4 mandarinas. Te queremos por aquí, Ucraninski cabrón, así que deja allí eso tan valioso que llevas y vente pa casa, que aquí haces mucho bien, aunque tu casa también sea aquella, pero ya me entiendes, esta también es tu casa, acuérdate de cuándo ibas a abrir la tienda y como tenemos los críos de la misma edad coincidimos un día en aquel todavía casi vacío parque infantil y me preguntabas montones de cosas sobre si creía que una tienda en el barrio hacía falta y qué pondría yo y mil cosas más, como si yo supiese algo, que no tengo ni puta idea más de que es imposible no tenerte cariño y que conduzcas despacio y que te esperamos a la vuelta y lo mismo para cuando vuelvas hay alguna buena noticia y la cosa ha mejorado, porque, chico, de malas ya tenemos muchas todos los días. Lo dicho, ucraninski, no conozco más ucranianos que tú, más allá luego ya de a tu mujer Oksana y a tu madre y a tus suegros y cuñado y hermano y a tus niños, pero así conocer conocer a ti. Bueno, haz lo que quieras, Bohdan, es tu vida. Solo quería que supieras que aquí te queremos.