stuve ayer en el supermercado. No había leche, pero quedaba un montón de crema solar. De hecho, había un expositor entero con decenas de botes de crema solar, de todas las intensidades y tamaños, pero leche no quedaba, ni entera, ni desnatada ni semidesnatada. Quedaba sin lactosa y luego de toda clase de alternativas a la leche de vaca: de almendras, de arroz, de avena, de soja. El ser humano es incomprensible, porque en el supermercado al lado del anterior sucedía lo mismo: baldas y baldas desiertas. Y en el pequeño ultramarinos de debajo de casa. Si vuelvo a ir en dos o tres días me imagino que la situación será similar y que apenas faltará un solo bote de crema solar. Hay que ser aguililla para montar un expositor de crema solar en un supermercado de Pamplona en marzo. Debe de ser para bajarte la moral cuando vuelves de tu periplo de supermercados buscando una puta caja de leche de vaca: no había leche, cariño, pero he traído crema solar. Los supermercados también son incomprensibles, claro, porque conocen -o eso se dice- mejor que nadie a los ciudadanos y nos colocan bien visible lo que queremos consumir, sobre todo cuando ya estás en la línea de caja para pagar. Incluidas las estanterías antaño llenas de cajas de leche y ahora vacías. Se rumorea que hay cadenas que juegan con esto de vaciar estanterías para ir sacando a golpes el material que tienen y venderlo todo. Me lo creo todo. Yo ya me lo creo todo. Si hay un tipo en casa que lee esto y que tiene 20 cajas de leche -o 60- por qué una empresa no va a hacer esta clase de putadas. Perfectamente. Ya ponen crema solar en marzo en Pamplona y nadie les lleva a los tribunales. Veremos qué producto estrella comienza a desaparecer mañana. Nunca se sabe. El mundo está loco, así que normal que la gente también. Calculo que tengo crema solar hasta el 2036. Si no salgo de Pamplona, claro.