La semana pasada la presidenta Chivite dijo que la derecha vivía mejor con ETA. Yo también lo creo. Y no creo que la presidenta, al hablar como habló, se alegrara de las acciones de ETA. Ni siquiera que la vida pública y privada fuese más fácil con ETA. Y menos la de las víctimas. Esa lectura es un retorcijón mental interesado. Pero durante años esa derecha depositó en la actividad de ETA un alto valor simbólico que decidió gestionar políticamente. Porque la derecha transfirió al macabro ejercicio de ETA un simbolismo que adquirió carta de naturaleza en su mundo interno. Y el sufrimiento, el miedo, el dolor y el gatillazo hicieron el resto. Hasta construir un discurso político con el que enfrentar ese duelo que se nos atragantó.

A eso, creo, se refiere la presidenta. La derecha siempre ha condenado los pecados de los que come caliente cada día. Antes fue el contubernio judeo-masónico, luego fue ETA, ahora es Catalunya y mañana los inmigrantes. O lo que sea.

La derecha vivía mejor con ETA porque le ofrecía la munición argumental para sostener su discurso. Las perdidas, y ETA fue una perdida como activo político, suponen una auténtica transacción psicosocial que acaba en crisis colectiva o personal. Durante años ETA fue nuestra macabra acompañante. Ese familiar infame que, una vez muerto también reclama un duelo. Porque como toda pérdida, y lo es en la medida que ha generado expectativas, rellenado huecos, movilizado vínculos y activado fobias, necesita un proceso de superación. Si se hace mal, y la ira que generó ETA sigue activa como estrategia de autoreferenciación, puede derivar en lo que está ocurriendo. Que esa furia envenenada, y lo hemos visto en el pleno de investidura de Sánchez, esa constante identificación de toda la izquierda, incluso del propio Sánchez con ETA y sus derivados, acaban patologizándose en una estrategia esquizofrénica y perversa.

Una vez oí que se deben cerrar, siempre, los ojos abiertos de los muertos porque si no el cadáver permanecerá en un estado de semivigilia y nunca morirá del todo. Pues eso.