¡qué poco dura la alegría en casa del pobre! En este caso del pobre Esparza. Ni 24 horas. Con la tinta todavía fresca del acuerdo firmado en El Toro, el regionalista ya ha tenido que llamar de urgencia a sus nuevos socios de Ciudadanos para que frenen su incontinencia verbal y no vayan hablando por ahí de lo qué harían con los Fueros.

Esparza se ha lanzado a la desesperada y a los brazos de dos novios a la vez. UPN quiere sumar votos como sea y ha vendido sus siglas al diablo. En las próximas elecciones no aparecerá con su nombre más que en algunas candidaturas locales para ayuntamientos. Ha pasado a jugar en otra categoría, en otra dimensión y lo de que Ciudadanos respetará el régimen foral de Navarra será verdad hasta que deje de serlo. Esto es, en cuanto tengan la mínima oportunidad lucharán por cambiar el marco constitucional e “igualar” a todos los españoles. Con la calculadora en mano, ¿qué le da más votos a Rivera a nivel nacional: decir que respetará los derechos históricos de unos pocos, que además son de los que mejor viven en el Estado, o que acabará con esos “privilegios”?

Ya sé que meter el miedo con lo de la desaparición de Navarra ha funcionado y muy bien para algunos, pero tal y como se están poniendo las cosas, cada vez se ve más claro que lo realmente peligroso para la supervivencia de nuestro autogobierno no son esos vascos que no terminan de llegar. Esa quizá posible unión institucional está más que verde todavía. Lo verdaderamente preocupante son los nacionalistas españoles radicales. Y esos sí que están llegando de verdad, dentro de la panza del caballo de Troya que con tanta pasión les ha preparado Esparza. Un auténtico suicidio político, amigo.