yer estuve en el teatro Gayarre viendo Sisiforen paperak (Los papeles de Sísifo), un impresionante montaje teatral que narra el cierre del periódico Euskaldunon Egunkaria y, al mismo tiempo, rinde homenaje a la profesión periodística.

Hace 18 años, el 20 de febrero, clausuraron las sedes de este diario, entre ellas la de Navarra. Mucha gente no tenía ni idea de que hubiera un diario escrito íntegramente en euskera desde 1990, ni de que aquí, en Pamplona, tuviera su redacción en la Torre Irrintzi. De la misma manera, muchos hoy en día no saben que en ese mismo ático sigue Berria, el sucesor de Egunkaria. Muchas de estas personas tampoco sabrán nada del inmenso trabajo que se hace día a día para que el euskera sea una lengua útil y habitual en los medios y en las redes sociales. (Cada vez que hablo de estas cosas me acuerdo de mi amigo Lalo que con 16 ó 17 años me preguntaba si en euskera se puede decir cualquier cosa).

A mucha de la gente que no sabía de la existencia de Egunkaria o le daba igual, seguramente no le pareció un escándalo que un juez decidiese cerrarlo por supuesta vinculación con ETA, sin ninguna prueba. Seguramente tampoco se enterarían de que sus promotores, figuras destacadas de la cultura vasca, fueron detenidos y torturados, ni de que siete años después la Audiencia Nacional absolvió como si nada a los cinco directivos encausados. Tampoco sabrán, quizá, que cinco años antes habían cerrado aquí otro periódico: Egin.

Está muy bien solidarizarse con la libertad de expresión en general, con los periodistas que trabajan en el otro extremo del mundo, con los raperos encarcelados... pero, por favor, no olvidemos las injusticias que se llevan a cabo delante de nuestras narices.