i las vacaciones en general son siempre demasiado cortas, las de este año más todavía. Aunque más o menos hayamos tenido la oportunidad de andar por ahí y desconectar, se nos ha quedado corto porque la paliza de la pandemia no se nos termina de pasar. Y ya hablan de la sexta ola, y de la tercera dosis de la vacuna... Y ha empezado a llover. A jarros. Está bien que llueva, pero sin tanta mala leche. Al día le cuesta amanecer y vamos poco a poco enfilando el camino hacia otro nuevo curso, como un rebaño de ovejas tristes. El que tenga trabajo a trabajar y el que no a buscarse la vida y a inflarse a ansiolíticos. Hay alguna novedad, eso sí: Pamplona huele a caballo (y a chamusquina) y a nuestros barrios les han salido más rayas azules y naranjas. Los sapos parteros de la Ciudadela no pueden hacer nada contra las toneladas de arena que les han echado encima, ni el vecindario de la Txantrea, San Jorge y Rochapea nada contra la zona azul. Así es la vida, el que manda parte y reparte y se queda con la mejor parte. Y si no que se lo digan a todas esas familias a las que los franquistas les robaron todo lo que tenían por "desafectos al Glorioso Movimiento Nacional". El Gobierno acaba de presentar un censo con los nombres de 1.086 personas castigadas con multas. Pero además hubo robos de empresas, de campos, de animales, de casas... cambio de propietario y a vivir. Se te pone un nudo en el estómago al ver todas las barbaridades que hicieron. Y lo peor es que muchos de sus descendientes son ahora las grandes fortunas, los empresarios de éxito y la gente "de bien" a la que le gustan la hípica y esas cosas... En fin.