Como decía el poeta Cesar Vallejo, perdonen la tristeza. Perdonen la tristeza, porque hoy no voy a escribir, solo voy a llorar. Yo que tan poco he llorado. No voy a pensar nada, ¿qué pensar? No voy a analizar, ni a tratar de entender nada. No hay nada que entender. Solo voy a llorar. Por una vez. Por todas. Por esas diecisiete palabras que han aparecido esta semana, ya saben. Las diecisiete palabras que han brotado como diecisiete flores heladas en el interior de un camión frigorífico. Las diecisiete palabras que han vuelto de la muerte en un mensaje de texto. Abran comillas. En el corazón o donde puedan. Dice: Lo siento, papá y mamá. He fallado en mi viaje al extranjero. Estoy muriendo, no puedo respirar. Diecisiete palabras. Fue el último whatsapp de una joven vietnamita de 26 años que junto con otros 38 inmigrantes trataba de entrar en Inglaterra oculta en el interior de un camión frigorífico hermético y sellado. Ese pequeño texto me ha dado especialmente duro, yo no sé. Quizá por la humildad descomunal que se transmite en él. Por lo escueto que es para despedirse de la vida pidiendo perdón. Dice que ha fallado, no me lo puedo creer. Dice que lo siente. Se disculpa. Sabe que va a morir y se disculpa. Ante sus padres que tal vez le pidieron que no se fuera. Tenía solo 26 años, eso es todo. Se llamaba Tra My. Se ha publicado una foto de su cara en los medios, la cara de una chica normal. Se cree que había pagado 35.000 euros para viajar desde China: había estado trabajando en Japón tres años. Y ya está. No sabíamos nada de ella, de repente esas diecisiete palabras y nada más. Pronto la olvidaremos. ¿Qué más decir? Yo no sé qué decir. Habría que escribir un poema, en todo caso. Y ni siquiera eso. Ni siquiera.