s curioso, estábamos viendo el informativo de La Sexta cuando dijeron que la fiscalía del Tribunal Supremo va a investigar a Juan Carlos por corrupción y ni siquiera nos alegramos. Ni nos extrañó. Ni nada. Y, ¿por qué? Pues porque sabemos que esa investigación será otro paripé. Tú también lo sabes, creo, todos lo sabemos. La vida social es un paripé. Antes no me gustaba la palabra paripé, pero ahora sí. Antes prefería decir simulación, farsa, hipocresía, fingimiento y cosas así. Ahora me gusta lo de paripé social. Me hace gracia. Me gusta cómo suena porque tiene una connotación blanda: hiere poco y nos abarca a todos. Todo es una paripé de principio a fin. El paripé social está vigente en todo momento y nos lo tragamos y lo digerimos y nos convertimos en paripé. Cada vez que aceptamos el statu quo, el acatamiento a las élites, los convencionalismos de las clases imperantes, el modo en que funcionan las cosas, la sutileza con que se distribuye el poder social y toda esa zarabanda de influencias, privilegios, aforamientos e inmunidades, tragamos y tragamos. Es como si fuera un puré grisáceo de paripé que ingerimos y asimilamos a diario hasta que a todos se nos pone cara de puré. Nuestras vidas tienen que desenvolverse e intentar medrar dentro de ese denso y grumoso puré de paripé milenario que lo llena todo y se sobra. Vale, van a investigar por fraude y blanqueo de dinero al viejo rey, todos los medios lo han puesto en titulares, pero todos sabemos que eso también será más de lo mismo. A tragar puré. De hecho, el Supremo acaba de ratificar la condena a un rapero por injurias a la monarquía en sus canciones. No conozco a ese rapero, ni sé qué dice en sus canciones, pero sé que le va a tocar pagar, eso seguro. Es el paripé milenario. El Esto es lo que hay. El Así son las cosas y así se las hemos contado, que decía el morigerado Buruaga.