Me viene pasando, así en gerundio desde hace dos o cinco años, que Osakidetza lanza los dados, sustituye sin ninguna necesidad a mi querida médica de atención primaria por otra y la nueva es más joven que yo. Cambia a la ginecóloga y la que me encuentro sonriéndome espéculo en mano es más joven que yo. Llega un informático a la oficina a arreglar el servidor, el sistema o lo que él decida, porque esto es así, él manda y lo sabe, y es más joven que yo. Escala hasta el pódium de su partido Pablo Casado y es? Criatura, ¿quién te aconseja a ti? ¿Quién te sugiere que digas cositas como que hay que volver a la Ley del Aborto del 85? ¿Quién te reconviene después para que rebajes el mensaje y lo acotes a aplaudir aquella ley visto que esas declaraciones te habían situado en el Medievo a ti, a los tuyos, a los cercanos a los tuyos y a los que están pensando si hacerse de los tuyos o aparcar la gaviota y volar un poquito más hacia donde nace el sol? Quien algo conoce aquella ley, la que la sucedió y los incontables esfuerzos, insultos e incomprensiones que supuso alcanzar un derecho que nos pertenece a nosotras es Lidia Falcón. Hemos tenido la suerte de entrevistarla tranquilamente para un documental hace unos días. Inteligente, memoriosa hasta lo paranormal, activa, resiliente, un cerebro brillante. Una de sus reflexiones la compartirá cualquier feminista que se haya batido el cobre en la trinchera intelectual, callejera, jurídica o institucional. Y cualquier persona con memoria y sentido común. En los avances de las derechas más extremas los derechos de la mujer son una de las primeras conquistas en peligro. No sabemos qué nacerá el 28 de abril, pero la posible alianza de la Santísima Trinidad sería para volver al útero.