¿Te das cuenta de todo lo que nos ha ocurrido desde que nos separamos en junio? Te encajaste la escafandra con una inquietud comprensible que se volatilizó cuando pisaste el polvo de la superficie lunar. Me elevé y exploté rodeada de cientos de miles de cuerpos sudorosos, vestidos y desnudos mientras reinaban los Who, Janis y Joe Cocker en Woodstock, 50 años antes de que ir a un festival pase por contratar estilista. Estuviste no sabes ni cuántos días envuelta en una manta térmica bebiendo agua dulce a bordo del Open Arms sin saber en qué tierra ibas a desembarcar, ni cuándo ni cómo. Mientras, yo tomaba un café viendo a Urkullu contarle a un cardenal vaticano que el programa Share pretende acoger a inmigrantes que llegan en barcos de salvamento, pateras o bajos de camiones y distribuirlos entre países europeos según su PIB, población y nivel de paro. Sonreímos al ver a Boris Johnson con sus raíces aéreas al viento caricaturizado como un puerro junto a Donald Trump y su flequillo, empeñado en salvaguardar las esencias y excentricidades de la Gran Bretaña que preside encarrilándola hacia un brexit extremo que los propios británicos rechazan. Los incendios de la Amazonia nos abrasaron los pulmones mientras a Bolsonaro esos fuegos terribles por lo que esconden y lo que gritan no le encendieron ni media mejilla de pura vergüenza. Y hemos sido las primeras matriculadas en Medicina en la UPNA, un 80% de chicas, ¿eh? Y nos ha encogido la muerte de esa mujer que hizo cima por la cara norte del deporte, la femenina, la mítica Blanca Fernández Ochoa. Y hemos viajado y recolectado amigos y parado el tiempo todo lo que hemos podido. Y de fondo sonaban las palabras de mi cincoañero. ¿Te das cuenta qué suerte estar juntos amatxu? Enorme. Me alegro de que nos volvamos a encontrar.